'Islas de cemento', que así es como se llama la criatura, se caracteriza por unas guitarras envolventes como es el caso de la segunda canción de este trabajo y que da nombre álbum, a la que se suman temas más pretenciosos y grandilocuentes como 'Un reloj de pulsera con las esfera rota' y el coqueteo con el shoegazer o las atmósferas de The Cure en 'La voz de él'.
Pasando una a una por estas islas de cemento se puede distinguir la épica y la inmediatez de 'Luces', que podría ser considerada como la mejor canción del álbum, o la rotunda y asfixiante 'Cementerio de coches', que deja todo preparado para la calma que suponen 'Lluvia en el cementerio de coches' y 'Ulmo'.
Un disco rotundo, cuyas atmósferas envolventes no dan tregua en determinados momentos y, sobre todo, disfrutable de principio a fin.
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